La cumbre (fragmentos)


Presagios

…Un olor rancio, penetrante, invade el recinto y un ligero polvillo se adhiere a su mano al manipular los cuadernos. “Suficiente por hoy”, dice Granciano con voz apagada. Se muestra cansado, pero satisfecho. Muestra una sonrisa maliciosa.  Mientras se dirige a la salida, se alisa el desordenado cabello con las manos, apaga el interruptor de la luz y, cierra finalmente el lugar con una pesada puerta metálica.

Es una recóndita biblioteca, con la entrada camuflada entre una de las paredes de la antigua, pero bien conservada construcción. Es inmensa, como lo es la propia historia del lugar en el que nació Gambote. Al salir, Granciano asegura la puerta con una malla de acero y con un candado, tan viejo como lo es la propia edificación. Finalmente, camufla la acerada malla con una cortina de paño. Se encamina, luego, con pasos calculados y serenos, por un largo pasillo, débilmente iluminado, hacia el Salón de Clarividencia ubicado al otro costado de la casa, cerca de la gran entrada. Por varias claraboyas ubicadas en lo alto de las paredes se cuelan los primeros rayos del sol. Se le ve somnoliento.

Varias semanas después, con los primeros pasos que da para dirigirse de nuevo al Salón de Clarividencia, cree escuchar lo que parece ser la voz de su padre Benancio. Pareciera que, desde el lugar de la casa en el que se encuentra, la voz emergiera igual a como si brotara de lo profundo de una caverna o de un enredado laberinto. Pasmenio se detiene…, silencio…, la voz no está…