
Nació en el año 1976 en una pequeña aldea del Delta del Nilo. Es una escritora con una amplia obra traducida al francés, inglés, alemán e italiano. No así al español. Debutó en el año 2001 con Shaken Light (Luz vibrante), una colección de cuentos. Pero su obra narrativa más representativa se inicia en el año 2004 con Maryam’s Maze (El laberinto de Maryam). En 2009 publica Beyond Paradise (Detrás del Paraiso). The Path to Madness, una colección de cuentos aparece en el año 2013. Y Emerald Moutain en 2014. En el año 2009 fue seleccionada para la Beirut 39, como una de las treinta y nueve autoras y autores árabes menores de 39 años. Y su novela Detrás del Paraíso fue finalista en la tercera edición del International Prize for Arabic Fiction, versión árabe del Premio Booker.
La narrativa de Mansoura ez Eldin es una equilibrada amalgama de realidad y ficción. Escribe sobre la realidad fusionándola con la fantasía, la ciencia ficción, el terror… No rehúye el tratamiento literario de temas violentos o catastróficos, ya que se propone reflejar la realidad tal cual es, dando a conocer sus lados más oscuros y marginales. Su novela El laberinto de Maryam es claramente una pieza de terror y de pesadillas, en la que tienen cabida losfermentos de lo que fue y de lo que es la cultura egipcia: mezcla de religiones, de costumbres y creencias populares enraizadas en supersticiones. Pero su mundo fantástico corre siempre paralelo con el mundo real. Algo semejante ocurre con Detrás del Paraíso. Muestra la historia de la protagonista, Salma ante el descubrimiento de su propio cuerpo, su familia, su pueblo en el Delta del Nilo, a la vez que refleja los cambios experimentados por este en las últimas décadas, tras la instalación de una fábrica de ladrillos.
En la lucha de la mujer árabe por obtener la libertad, por la equiparación en derechos con el hombre, por cambiar las normas y tabúes sociales, la figura de Mansoura ez Eldin es sin duda un gran peón, y su obra literaria, un fermento importante para que las mujeres árabes dejen de ser las víctimas no solo del patriarcado, sino también de sus madres y abuelas.
A continuación reproduzco algunos fragmentos del primer capítulo de La Montaña Esmeralda, traducido del árabe por Eva Chaves Hernández, seguramente el único texto que podemos leer en español de la escritora.
“Me llamo Bustán.
Quienes me conocen bien, y son pocos, me llaman “La sacerdotisa de blanco y negro”. Los demás piensan que soy una excéntrica. Si un escritor tuviera que describirme lo haría con los atributos de una ninfa o de una mujer con el pelo color carbón y ropa negra. Me describiría limitándose a lo que alcanzan a ver los ojos, sin poder llegar a vislumbrar lo que estalla en mi interior.
Nadie podrá comprender lo que oculto ni lo que soy capaz de hacer. Tampoco se sabrá nada sobre los misterios de hechos que tuvieron lugar hace siglos y a los que consagré mi vida. Por eso, solo yo puedo ser la escritora, o mejor, la narradora a la que se le ha encomendado llenar los agujeros de la historia y encajar todas las piezas. Una historia de la que no soy protagonista pero que no existiría sin mí.
En el año once del tercer milenio, desde mi casa con vistas al Nilo del barrio cairota de Zamalek me sumerjo sin cansancio en mis escritos, un mundo antiguo que se va desmoronando por fuera. No puedo desquitarme de las infinitas palabras que han sido transformadas, que se me escurren entre los dedos como nubes de verano cruzando el cielo. Pasa por mi mente una escena tras otra de épocas diferentes. Consigo alcanzar algunas; otras, se me escapan.
Me veo de niña, en los años sesenta del siglo XX, en lo alto del monte Daylam. Correteo detrás de mi padre en su paseo matutino mientras recita versos de Al Rumi, Al Attar o Hafiz. Me adelanta unos metros y al darse cuenta de mi tardanza, me espera con paciencia. Recuerdo el vaho humeando en su boca. Cuando le alcanzo me sienta encima de una piedra y así descansamos un poquito. (…)
Acordándome ahora, sentada en esta casa de El Cairo, me viene a la memoria el aroma del monte Alamut y de su vegetación. Casi puedo divisar las faldas de la montaña cubiertas de verde, las cimas coronadas por la nieve y la amplia llanura que abraza los pueblos a los pies del monte.
Aquel lejano día mi padre me indicó dónde estaban las ruinas del castillo de Alamut. Recuerdo que todas sus facciones se sumergieron en una tristeza cuyos motivos yo desconocía, tanto que se quedó parado, erguido, estirando el cuerpo al máximo mientras contemplaba el lugar y lo señalaba. Mis ojos en vez de mirar hacia allí, se quedaron clavados en aquel rostro amable de barba rala y pelo gris. Bajando a la llanura, de vez en cuando echaba la vista atrás, hacia unas ruinas sobre las que hasta entonces yo no sabía nada. Dos días después me sentó a su lado bajo la sombra del castaño y me habló sobre Hassan Al Sabbah y la secta de los hashashin. “Lo único que sobrevive son los relatos. La memoria se acaba cuando muere su dueño y solo tenemos las historias como si fueran una memoria heredada”, me dijo.”(…)
“Se preguntarán sobre qué historia hablo. Conocemos muchos relatos añadidos a Las mil y una noches pero no hemos escuchado ninguno que le falte. No se trata además de un simple libro. Es un texto sin fin que ni siquiera cambia con lo que se le añade o suprime.
Esta historia que descifro será entretenimiento de quien me lea. Pero primero, permitidme añadir a un margen el relato de mi vida y disculpadme si aún no tenéis claras las referencias. Debéis saber que son difíciles los asuntos que van de una época a otra, las historias y la reconciliación de un remoto pasado con el presente en que vivimos. Debéis saber también que la paciencia, según dicen, es un pescador. Que sea vuestra amiga como lo ha sido y sigue siéndolo para mí, única aliada en mi accidentado camino. La misma paciencia que me acompañó hace pocos años hacia aquella casa del campo, lejos de la civilización. Recuerdo que entonces me envolvía una inusual timidez que me salía del alma llevándome detrás de lo que los demás veían como un espejismo.” Tomado de Cuentos de Marieta.