Tomado de Ernesto de la Torre Villar, Elogio y defensa del libro. UNAM, Cuarta edición 1999 Presentación
El libro, por su parte, también implica una relación dialéctica en su
uso y destino. Afirma Ernesto de la Torre Villar: “El libro crea una
situación ideal de diálogo. Escritor y lector comparten esa vital
experiencia. El libro es conocimiento. Es reciprocidad, posibilidad de
libre y fundamental intercambio. …Así el libro implica esa doble
dimensión, la del conocimiento y la de la reciprocidad, las cuestiones
que conciernen a su diseño, producción, divulgación y adquisición
imponen una urgente deliberación social para defenderlo y promoverlo
como fundamento de convivencia y progreso social e intelectual”.16
Más adelante argumenta: “El libro, medio y forma más preciso y
perfecta por los cuales el pensamiento humano a través de la escritura
se conserva y transmite entre los hombres, es a la vez defensa y
amenaza. Defensa de la inteligencia, del espíritu, de la capacidad de
los seres racionales para expresar su pensamiento, sus ideas
preñadas de emociones, de intelecciones explicativas del propio
hombre y de su mundo circundante, de juicios en torno de la conducta
propia y ajena, y del pensar particular y de los demás, todo lo cual
contiene. Amenaza para quien trata de limitar el pensamiento y su
expresión, para quien teme el enjuiciamiento de una conducta
reprobable o la condenación de bastardos intereses. Defensa del
hombre en su calidad esencial y amenaza contra quien o quienes por
cualquier razón se oponen al desarrollo completo e integral de las
cualidades humanas”.
Más adelante, y para redimensionar la lectura, refiere un texto de
Sarmiento: “Quien dice instrucción dice libros. Sólo los pueblos
salvajes se transmiten su historia y sus conocimientos, costumbres y
preocupaciones por la palabra de los ancianos. El Cristianismo tiene
por base las escrituras. De la esencia de su doctrina dijo el Divino
Maestro: Es la ley y los profetas; yo no vengo a derogar las escrituras.
Nuestra civilización cristiana es, pues, esencialmente escrita; el libro
es su base y mal cristiano será el que no sepa leer17”.