Tomado de Ciudad Seva de Luis López Nieves
- LA ESTRELLA SOBRE EL BOSQUE (1904) de Stefan ZWEIG (Austria, 1881-1942)
Comentario
La obra literaria de Stefan Zweig -biografías, ensayos, novelas y cuentos-, traducida a más de cincuenta idiomas, ha convertido a su autor en uno de los más leídos del siglo XX. Él mismo, en su autobiografía El mundo de ayer –publicación póstuma, 1944-, nos da la clave: “El inesperado éxito de mis libros proviene, según creo, en última instancia de un vicio personal, a saber: que soy un lector impaciente y de mucho temperamento. Me irrita toda facundia, todo lo difuso y vagamente exaltado, lo ambiguo, lo innecesariamente morboso de una novela, de una biografía, de una exposición intelectual. Sólo un libro que se mantiene siempre, página tras página, sobre su nivel y que arrastra al lector hasta la última línea sin dejarle tomar aliento, me proporciona un perfecto deleite. Nueve de cada diez libros que caen en mis manos los encuentro sobrecargados de descripciones superfluas, diálogos extensos y figuras secundarias inútiles, que les quitan tensión y les restan dinamismo”.
“La estrella sobre el bosque” es una extraña y trágica historia de amor no correspondido en la que el autor, como es frecuente en sus obras narrativas, realiza una indagación en el laberinto del alma humana del protagonista.
Un camarero, eficiente y profesional, de un lujoso gran hotel de la Riviera francesa se enamora repentinamente de la bella condesa Ostrovska y, sin que ella se entere, la sirve con una adoración discreta, feliz y satisfecho al sentirse embriagado con ese amor silencioso y sin límites. Pero un día ella se dispone a viajar a Polonia y, al no poder seguirla, François, el misterioso y fiel amante, que no quiere pensar en la vulgar y vacía vida que le espera sin ella, se arroja bajo las ruedas del tren expreso en que su amada se aleja para siempre.
Es la historia de un intenso amor en la distancia, repentino y pasional, idealizado, que no es conocido por la mujer amada, pero que transforma y cambia la vida anodina y metódica del amante. Y esta profunda e irrefrenable pasión le conduce a la muerte como sacrificio silencioso en aras de ese amor imposible. Pero un amor tan sublime no podía quedar sin respuesta y, misteriosamente, como una extraña sacudida, una especie de angustia llega a la mujer amada. Al detenerse el tren y enterarse de que ha sido a causa de un suicidio, la condesa, asomada a la ventanilla del vagón, mira brillar en el cielo la estrella sobre el bosque, la misma que François había contemplado antes de inmolarse, y “siente un profundo y extraño dolor, cuyo origen busca explicarse en vano”. Es de notar, además del magistral desenlace de la historia, la extremada belleza formal de la prosa, de ritmo elegante, que, mediante la riqueza descriptiva y múltiples figuras léxicas y semánticas, consigue el tono acusadamente poético de todo el relato.
- EL BESO (1907) de Hjalmar SÖDERBERG (Suecia, 1869-1941)
Comentario
Éranse una vez dos adolescentes inexpertos, inseguros y llenos de prejuicios que una tarde de verano descubren cómo arrastra la irrefrenable fuerza de un beso. Éste es, en una frase, el argumento de este precioso cuento de Söderberg, quien consigue recoger el universo desconocido y sobrecogedor del primer beso de amor en un puñado de líneas.
Los héroes de esta historia no necesitan nombre ni cara: ella y él, y basta, todo lo demás sobra. Ella, por un lado, cumple a rajatabla con su rol de adolescente de buena familia, mojigata y melindrosa, con la cabeza llena de caprichos y tonterías; no es difícil imaginarla frunciendo el ceño y haciendo mohines. Él, un pobre estudiante enamorado de “otra”, desafía por su parte las convenciones sociales y, llevado por un conocimiento instintivo e inocente, acierta en todos sus movimientos sutiles de acercamiento hacia ella. Al lograr el beso deseado, ambos se conocen de un modo maravilloso en el que no se conocían antes: ella olvida sus frívolas convicciones como si nunca antes las hubiera tenido y se rinde al beso; él se descubre una maravillosa debilidad antes desconocida, se somete a los encantos de su compañera y abandona feliz su inocencia. La luna descubre a los dos jóvenes embelesados ajenos al mundo que les rodea, con ojos sólo el uno para el otro, diciéndose dulces palabras al oído mientras Söderberg abandona la escena, y el lector con él.
El autor consigue el difícil reto de reflejar intactas la inocencia y la inseguridad de los protagonistas en los prolegómenos de su beso, retratándolos como simples adolescentes (lo cual tiene una dificultad añadida al tratarse de una clara contradicción en los términos) víctimas de sus propios sentimientos, miedos y reacciones. Con tacto y naturalidad presenta el proceso hacia lo inevitable como un florecimiento lento y minucioso en el que cada momento, cada pensamiento, cada duda son esenciales. El lector no puede evitar reconocerse en él o en ella, y es que Söderberg no está contando la historia de un beso cualquiera, sino de ese beso en el que se descubre cómo la mente entrega las exiguas armas con las que intenta defenderse, el cuerpo toma las riendas y se da uno cuenta de que ya está perdido.
Blanca Ballester
- A LA DERIVA (1917) de Horacio QUIROGA (Uruguay, 1879-1937)
Comentario
Además de excelente autor de cuentos, Horacio Quiroga fue también un importante teórico sobre este breve género literario. Es muy conocido su “Decálogo del perfecto cuentista”, cuyo quinto mandamiento dice: “No empieces a escribir sin saber desde la primera palabra adónde vas. En un cuento bien logrado, las tres primeras líneas tienen casi la importancia de las tres últimas”. Y en un famoso texto de su artículo “Ante el tribunal” anota: “El cuento es, para el fin que le es intrínseco, una flecha que, cuidadosamente apuntada, parte del arco para ir a dar en el blanco. Cuantas mariposas trataran de posarse sobre ella para adornar su vuelo, no conseguirían sino entorpecerlo”.
Muchos de los cuentos de Quiroga tienen como tema principal la muerte, que cruza de cabo a rabo toda su narrativa, tal vez porque la vivió y sufrió muy de cerca en una cadena interminable de desgracias violentas de familiares y amigos. La provincia argentina de Misiones es una región multifronteriza que limita con Paraguay, Uruguay y Brasil y allí, en donde el autor vivió gran parte de su vida, empezó a escribir desde 1912 los que llamó “Cuentos del Monte”, cuyos mejores relatos tienen como tema principal la muerte trágica, resultado de la lucha del hombre con el medio natural de la selva y el río Paraná. En esta selva y en este río se desarrolla el cuento “A la deriva”, una huida vertiginosa de la muerte y el inexorable encuentro con ella en “la tercera orilla del río” de la que nunca se puede volver, como en el famoso cuento del brasileño Joao Guimaraes Rosa.
Algunos de los valores narrativos de este escritor de cuentos uruguayo-argentino se encuentran en este relato de merecida fama por la intensa brevedad, la pintura de personas, paisajes y situaciones con certeza y deslumbrante rapidez, el manejo del suspense como elemento motor de lo inevitable y el final que cierra tajantemente la narración. Pues bien, esto es lo que sucede desde el comienzo hasta el final en “A la deriva”, un cuento perfectamente planificado en el que nada sobra y nada falta. El lector avanza al mismo ritmo acelerado de los sucesos, llevado de la mano del autor e identificado con el protagonista hasta que en la última línea, y con sólo cuatro palabras, se informa indirectamente de lo que ha sucedido.
En un magnífico comentario, que resumimos a continuación, M.A. Feliciano Fabre señala la excelencia de este cuento entre los de su autor y lo califica como uno de los mejores ejemplos del género en las letras hispanoamericanas, porque es realmente una obra maestra de brevedad e intensidad. El tema es, si generalizamos, la muerte y, visto más específicamente, la lucha inútil del hombre ante las fuerzas naturales, a través de uno de sus peligros mayores: la mordedura de una víbora.
Al igual que “El hombre muerto”, otro inolvidable cuento de Quiroga, “A la deriva” es eminentemente dramático. Todos los elementos -narración de incidentes, personajes, diálogo, descripciones- responden a la necesidad de intensificar la acción concentrada en un hecho único y fundamental: el intento desesperado del hombre por salvarse de la muerte. Igualmente, la brevedad del cuento, así como su estilo preciso, directo, en el que cada palabra denota el pensamiento o la acción con la mayor exactitud, responden cabalmente a este tipo de narración.
La estructura es excelente. El cuento tiene una línea de acción doble. Por una parte, la descripción de las reacciones físicas provocadas por el efecto del veneno de la víbora; por la otra, la lucha del hombre por no dejarse morir. Ambas líneas, a modo de contrapunto, llevan progresivamente la acción hasta el final sin que se permita distracción alguna.
El ambiente del cuento está creado con acierto por las descripciones de la naturaleza (las precisas en todo instante), y por la sobriedad de la prosa, que contribuye a dotar al cuento de la mayor efectividad. El autor, atento como está al desarrollo dramático del asunto, cuando recurre a la descripción, como es el caso de la del río Paraná -la más extensa del cuento-, nunca se excede y, además la utiliza como un recurso adicional para la creación de atmósfera. Nótese, al efecto, en esa descripción, el empleo de términos y frases que acentúan el presagio de muerte cercana: fúnebremente, eterna muralla lúgubre, silencio de muerte, sombría.
Otro breve apunte sobre la naturaleza, muy hermoso, corresponde al momento en que el hombre moribundo se siente invadido por una sensación de bienestar. La belleza de la corta descripción, en vez de debilitar la acción dramática, se enlaza con ella al intensificar la sensación de placidez y bienestar que experimenta el hombre.
Nos parece, asimismo, que el final del cuento es de sumo acierto. No es una sorpresa; lo esperamos así si nos atenemos a la lógica del asunto y a la atmósfera que crea el autor. Pero Quiroga hace resaltar la nota dramática al concluir el relato con una caída fuerte del telón, con una frase cortante y de gran efecto. Todo el final se resume brevemente, sin que ningún apunte adicional desvíe en modo alguno la intensidad dramática de la acción.