La protesta del silencio


LA PROTESTA DEL SILENCIO

Por Maggia Rouge

Editorial Cuatro Ojos  Sin categoría 5 junio, 2014 3 minutos

Han pasado seis meses en los que las palabras dejaron de tener sentido y las humillaciones venían a través de innumerables horas de espera no solo al teléfono, también en la recepción de la empresa. Seis meses en los que sentí que perdía mi tiempo, que había perdido mi tiempo… pensé que no me pagarían mi dinero. Estaba segura que no lo lograría, porque la empresa privada en este país esta exenta de cualquier mecanismo de control, y el trabajador independiente es más que un huérfano para el gobierno, es alguien inexistente, alguien por quien no piensa hacer ninguna ley para que no se vulneren sus derechos como trabajador.
Sin embargo, como buena santandereana, sin hacer referencia a comportamientos moralistas, sino por llevar la insignia de una raza trabajadora y aguerrida, no me di por vencida. Me di cuenta que esperar sentada en la recepción por horas en las que al final me daban excusas como: “la gerente no está”, “el encargado del área se fue de viaje”… bla bla bla… Otras veces, me entregaban un papel en el que decía: “Pago programado”. Sin fecha, ni nombre, con un sello de recibido. Entonces, me puse a pensar en que mi método definitivamente fallaba. En el fondo acepté su juego. Cuando supe que estaba jugando con sus reglas, con sus tiempos; encontré la respuesta. Escuché mi voz, la que mantiene con vida y siempre en el camino que he destinado para mi existencia; decidí que si las palabras me abandonaba, como suele pasarme cuando no puedo escribir literatura, entonces quedaba el silencio, el arma más potente sobre la faz de la tierra. Y sí, me aferre al silencio y fui a la empresa, con la frente en alto, sin dar un paso atrás, y dije a la recepcionista: “Me quedo parada acá, en este lugar (y con el dedo índice demarqué las dos baldosas que ocupaban mis pies) hasta que me paguen”. Y la miré fijamente, hasta que ella llamó a la doctora tal y al contador tal… la seguí todo el tiempo con mis ojos y no dije nada más durante una hora y media. Me fijé que el estar parada allí, repitiendo mentalmente, sin gesto alguno en el rostro: “las guerreras mueren de pie en la batalla”; las personas llegaban, se acercaban y revoloteaban como pájaros en una fuente. Veía incómodas a las personas que pasaban por la recepción. Y yo solo repetía mi consigna. Después de todo ese rato de estar parada sin mosquearme, alguien apareció con un papel: “Pago en efectivo el 5 de junio de 2014”. Hoy estuve parada otra hora, sin moverme. Sin siquiera respirar. Miraba fijamente la puerta por donde debía salir la persona para que me pagara. Y la persona salió, y me pago menos y en efectivo con monedas, y volvió a humillarme al lanzarme el dinero casi por la cara. Claro está no estuve de acuerdo. Pero no quería volver más a ese lugar. Así que conté lentamente los billetes y las monedas, mientras la chica encargada de cubrir el trasero de sus míseros jefes me miraba con una sonrisa maliciosa. Yo permanecí en silencio… ¿Qué más podía decir? Las palabras son útiles cuando alguien puede escucharlas y valorarlas y comprenderlas. Con esa empresa, con las personas que trabajan en esa empresa jamás funcionaran las palabras. Aun así, aprendí algo que he venido descubriendo: la sabiduría que hay en el silencio. Gracias al silencio finaliza una etapa bastante puntiaguda de mi vida y me inicio en la adultez. Ahora, me pregunto: ¿Cuántas más personas en el país están pasando por esta situación? ¿Por qué nuestro trabajo es tan mal pago? ¿Por qué los mecanismos de control, las leyes, los reguladores….toda la constitución se queda en papel?… Por fin comprendo la falacia de la literatura jurídica y la realidad de un país que agoniza. Solo me queda incitar la revolución del silencio. Una revolución más simbólica, una revolución que supere las reglas de juego que nos han impuesto. Estoy segura que se puede. Y que cada quien tiene que encontrar el método, y tal vez, algún día no muy lejano todos convergeremos. Por mi parte, soy una guerrera que muere de pie en la batalla como mi raza, como mis ancestros, como mi gente, como la persona que soy.

Escrito por: Maggia Rouge